EL SEÑOR CARREÑO

Su cabello es largo, lacio, su rostro delgado los ojos verdes, sus dientes blancos, por última vez hoy lleva una blusa blanca, y una falda turquesa, pendientes de plata, collares de perlas falsas, y un reloj tímido, tan delgado y brillante como su rostro hermoso. ¿Porqué la oscuridad de la noche no la rodea y la ataca? ¿Porqué parece que flotará?. Se cruzan entonces por la vereda angosta, ella sonríe porque le escucha silbar y le cede parte de su espacio, él la mira, y en segundos mide su estatura, presume su peso, le mira las manos, comprueba la densidad de sus ojos, siente su perfume, siente que la rabia lo excita, y se aleja silbando.

- ¡No por favor!, por favor, dejeme ir se lo ruego - No grita, solo llora y suplica asustada, buscando su rostro, buscando entrar en su alma, ella suplica pero nada.

Escucha la angustia de siempre. El dulce sabor del miedo ajeno le hierve la sangre, se junta las piernas con fuerza, y se aprieta los labios impaciente. Los semáforos esta noche no existen y la ciudad los cubre invisibles, afuera las mesas llenas de vasos, de comida, afuera la gente camina, y no se da cuenta que lo hace, sin dirigirse a ninguna parte. Podría haber sido cualquiera, pero a él, le gusto ella. Es el mismo llanto desesperado, el mismo saberse atrapadas.

Su perfume, se extiende por todo el interior del auto, se mezcla con la música que trata de ocultar su llanto, ¿Esa tonada? ¿Porqué la recuerda asi y ahora? y él ensimismado decide acompañar esta canción con un silbido acostumbrado, con un silbido que ahora ella reconoce horrorizada, le han cambiado el color a sus ojos verdes, y cae profunda y sin sentido atrapada por el vértigo.

El mareo la confunde, su cuerpo es frágil, siente que pasos firmes la llevan hacia el interior de una casa, luego un pasillo, a una habitación, todo se ve nublado y este mal sueño que no termina, vuelve a cerra sus ojos. Y Luego, una luz la enfoca, se recupera un tanto y atientas se reincorpora con dificultad; una lámpara de pie, un ventilador en el techo, siente que esta vestida, pero ya no lleva ropa interior, un estéreo encendido, un volumen elevado que no percata, todo es confuso. Se tropieza con una mesa; corta, retangular, se sostiene, su mano resbala un tanto en la superficie viscosa, sobre la mesa alcanza a distinguir un brillo; el filo despiadado de unos cuchillos, y ella no quiere reconocer nada mas, corre sin pensar hacia la puerta, una puerta que no recuerda haber visto antes, la abre. y aparece él, que la detiene con un golpe lanzandola violentamente hacia el suelo, otra vez el mareo, esta vez acompañado de un zumbido, se mira las manos viscosas, se toca, siente que su rostro arde, levanta la mirada, y lo ve desnudo y desorbitado arrojandose sobre ella. Es un masa de carne que la aplasta y que la deja sin aire mientras se mueve cubriendola toda.

- ¡Noooo! ¡Nooo! ¡Dios! ¡Dios mio Nooo! - ¿Qué es lo que esta pasando? ¡Despierta! ¡Por favor despierta!, pero el dolor es verdadero e insoportable y el desespero espantoso.

Y luego silencio, sus ojos pierden su brillo, por su boca solo vacío, su cabello disperso esta barriendo el suelo, los pendientes flotan por los aires, y las perlas falsas no terminan de rebotar por todos lados. Le hubiera gustado que lo golpeará mas, esta no peleo tanto, solo lloró, suplico. Sobre aquel cuerpo se sacude seducido, sobre aquel cuerpo musita un ruido, un quejido, luego un “Te amo” largo, y cae temblando agotado sobre los tirones que quedarón de aquella blusa blanca que llamaron su atención.

- ¡Buenas tardes señor Carreño!, adelante señor - Y una puerta se abre de par en par y una alfombra roja le muestra el camino.
- Buenas Tardes, gracias - Los espejos lo adoran, y su porte elegante lo apasiona.
-Señor Carreño, bienvenido, todos lo esperan señor - Y la venia de quien con admiración reconoce el exito.

Hoy hablará de muchas cosas, hoy su mensaje se escuchará, y marcará la vida de muchas personas, cuando lo miren querrán ser como él. Hoy siente que es Dios.